Publicado hace 4 años por TribunaVioleta a laeracoronavirus.blogspot.com

Hay palabras que se quedan tatuadas a la piel. Pequeños arrebatos que disparan las emociones y las ideas hacia lugares distintos. Anoto en mi cuaderno dos de esos instantes de fuego. “¿Dónde hay que apuntarse para la renta esa que regalan? Es para un amigo”, dice en Twitter Jesús Encinar, fundador del portal inmobiliario Idealista, a propósito del Ingreso Mínimo Vital. “Desde un grupo de familias nos dirigimos a las comunidades educativas del barrio para solicitar vuestra ayuda en esta situación de vulnerabilidad. Como parte fundamental de...

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... las redes de cuidados, os animamos a aprovechar vuestra fuerza y apoyo mutuo cotidiano para colaborar con el banco de alimentos que hemos creado”, reza una Carta a las Asociaciones de familias de Lavapiés (Madrid) enviada por dos colectivos vecinales que trabajan en el campo de la integración y la defensa de los derechos civiles de las personas migrantes. Estas palabras constituyen, a modo de ejemplo, distintas posiciones en pugna dentro del cuerpo político de la ciudad, y ambas, de manera directa o indirecta, dialogan con la experiencia social de vulnerabilidad que habitamos estos días.

Quizá por ello todo arrebato merece ser pensado, sometido a una cierta ruptura crítica, para después tratar de fundar acciones coherentes con los propios ideales de uno. En este caso, me gustaría compartir algunas reflexiones sobre la propia noción de vulnerabilidad y cómo, a partir de ella, se están desplegando prácticas comunitarias de muy distinto signo que también merecen ser reflexionadas, y “re-imaginadas” por si pudieran constituirse en una buena base para la vida post-confinamiento. Decía Bruno Latour que “cuanto más afectado está el cuerpo, cuando se vuelve consciente de más aspectos, más extenso y complejo se vuelve nuestro mundo”. Vamos a necesitar, me temo, ensanchar la complejidad de nuestro mundo si no queremos caer en los mismos errores.