Castilla y León lleva al menos dos décadas desangrándose sin que se haya encontrado el ‘torniquete’ efectivo que tapone la hemorragia demográfica que sufre, y la irrupción del coronavirus no ha hecho más que profundizar la herida. Tanto es así que Castilla y León registró el tercer saldo vegetativo más negativo de toda España en el primer semestre de 2020.
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