Hace 9 años | Por RocK a vilaweb.cat
Publicado hace 9 años por RocK a vilaweb.cat

Hoy hace 25 años fue asesinado Josu Muguruza, dirigente de HB. Justo cinco años antes, el también dirigente de HB, Santiago Brouard era asesinado por el GAL. Hace 39 años, moría en cama el dictador Francisco Franco Bahamonde. Otro 20N era fusilado en alicante el dirigente falangista José Antonio Primo de Rivera. Y pocas horas antes, el militante anarquista Buenaventura Durruti moría de las heridas causadas por una bala en el pecho. De todas estas muertes del 20-N la última es la que presenta las circunstancias más extrarñas.

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D

Iñaki Esnaola sufrió heridas graves pero no murió.

RocK

#2 lo ha matado Vilaweb.

PD: Lo he cambiado en la entradilla, gracias, voy a avisar a los de Vilaweb.

RocK

Google Translator: (Es C&P, si hay algo que no se entienda comentad)

Hoy hace veinte y cinco años que fueron asesinados por la extrema derecha en Madrid los miembros de la mesa de Herri Batasuna Josu Muguruza e Iñaki Esnaola. Cinco años antes, día por día, cayó en manos de los GAL en Bilbao el dirigente de HB Santiago Brouard. Y hace treinta y nueve que se moría en la cama el dictador Francisco Franco. Otro 20-N, de 1936, era fusilado en Alicante el dirigente de Falange Española José Antonio Primo de Rivera. Y pocas horas antes el militante anarquista Buenaventura Durruti moría de las heridas de un disparo en el pecho en Madrid. De todas estas muertes el 20 de noviembre, la última es la que ha presentado las circunstancias más extrañas. Y por eso Miquel Amorós dedicó un libro, 'El laberinto de Durruti', que reedita ahora con nuevos datos la editorial Virus.

Y es que quien mató Durruti -'corazon de León, gigante de la revolución'- es 'la pregunta que se ha mantenido hasta nuestros días como una de las cuestiones cruciales de la revolución, la guerra y la contrarrevolución que, entre 1936 y 1939, se disputaron aquel presente a vida o muerte ', dice la editorial barcelonesa para justificar la reedición de' Durruti en el laberinto '. El libro es firmado por el traductor, historiador y analista social valenciano Miquel Amorós y publicado en 2007 en la editorial vasca Muturreko Burutazioak. La editorial catalana aporta un motivo de peso más para la vuelta de la obra a las librerías, a partir de la próxima semana: 'Ahora publicamos una edición ampliada con nueva documentación y testigos.' Porque el libro de Amorós es, justamente, uno de los estudios más extensos y extensivos sobre los últimos meses de vida y todo lo que ha rodeado 'la larga muerte' del carismático anarquista leonés.

El autor sigue los pasos de julio a noviembre de 1936, un período en que su figura se convirtió en 'personificación de la revolución proletaria anarquista' gracias a la movilización cenetista en Barcelona para detener los sediciosos y la ida de la Columna Durruti primero hacia Zaragoza, 'la Ucrania del anarquismo español', y después hacia Madrid en plena ofensiva franquista. Durante esos meses, 'el revolucionario tuvo que recorrer un laberinto de sujetos y figuras', dice Amorós: 'Comunistas y agentes estalinistas, el gobierno español y la misma dirección comiteril cenetista ejercieron, cada uno, su papel hasta conducir Durruti y su columna en una ratonera ': la Ciudad Universitaria de la capital española, abandonada por el gobierno (huido a Valencia) ya punto de caer en manos fascistas.

Basándose en libros, memorias, entrevistas y todo tipo de materiales aparecidos en las últimas ocho décadas, Amorós repasa cada paso de Durruti y su columna, hasta el mínimo detalle que se ha podido documentar, desde la primera y segunda 'capitales anarquistas ', Barcelona y Zaragoza, hasta la capital española, Madrid. Un avance sobre el terreno llena también de avances contra los fascistas y que le hicieron ganar, paradójicamente, los recelos gubernamentales, comunistas y, incluso, de una parte de la CNT, inquietos por el protagonismo creciente del revolucionario y los sus discursos, alejados de jerarquías e instituciones:

'Nosotros hacemos la revolución y la guerra al mismo tiempo. Las medidas revolucionarias no se adoptan únicamente en Barcelona, sino que llegan hasta la línea de fuego. Cada pueblo que conquistamos empieza a desarrollarse revolucionariamente. Una derrota en mi columna sería espantosa porque nuestra retirada no se parecería en nada a la de ningún ejército. Nos deberíamos llevar todos los combatientes de los pueblos por donde hemos pasado. Desde la línea de fuego hasta Barcelona, en la ruta que hemos seguido, no hay sino combatientes. Todo el mundo trabaja para la guerra y para la revolución: es nuestra fuerza. '

Todo ello, por ejemplo, lo decía él mismo en una entrevista el 8 de octubre de 1936.

Respecto a las maniobras de la nueva clase dirigente republicana, que se iba formando en la 'retaguardia aburguesada', Durruti 'alzaba como un arrecife', decía en la época el periodista alemán Hans Kaminski: 'Buenaventura Durruti era el héroe de la revolución, su símbolo viviente y sin duda la personalidad más fuerte surgida de este movimiento popular, espontáneo y anónimo. Aunque no había hecho cuarenta años, pero su vida ya era una leyenda. Se citaban las palabras. Su voluntad se imponía sobre todas las decisiones. Era amado, venerado y temido. Y, sin embargo, su autoridad no surgía de una superioridad jerárquica, emanaba de la confianza que inspiraba el hombre, un hombre verdadero. '

'Un hombre imposible de manejar', añade Amorós, 'y por lo tanto un formidable obstáculo a los planes soviéticos para Cataluña y Aragón'. León Trotsky mismo, en una entrevista realizada por el Herald Tribune neoyorquino el 23 de agosto de 1937 y que no se llegó a publicar nunca, creía firmemente que los soviéticos habían maniobrado para llevarlo a Madrid y liquidarlo, con el el objetivo de José Stalin de obtener la confianza de las democracias occidentales.

Durruti murió el 20 de noviembre de 1936 a causa de las heridas de un disparo recibido en el pecho unas horas antes, mientras era escoltado por un grupo de cuatro personas a seis. Para explicar de dónde había salido la bala mortal, circularon versiones para todos los gustos: desde el disparo accidental del fusil 'naranjero' que supuestamente llevaba encima o manejaba un compañero suyo hasta la buena puntería de un francotirador enemigo, pasando por un choque con desertores del frente cercano. Pero, curiosamente y significativamente, una semana después, el 1 de diciembre, perdió la vida en Madrid mismo por una 'bala perdida' el comunista Hans Beimler, jefe de un batallón alemán integrado en las Brigadas Internacionales y sospechoso de izquierdismo a ojos de la URSS. Y tres semanas antes del 20-N, escribe Amorós, en un 'desgraciado accidente cuando se le disparó la pistola' cayó cerca de Madrid el capitán Rafael López Tienda, jefe de la columna Libertad de PSUC, un mando que podría no ser del gusto de los rusos '.

'Para esclarecer la muerte de Durruti', dice Amorós, 'es evidente que no hay que creerse todo el mundo, pero estamos seguros de una cosa: entre todos lo dicen todo.' 'Nunca se sabrá nada de cierto', pero 'como dijo André Prudhommeaux, a Durruti lo mató la contrarrevolución y la contrarrevolución era dirigida por los comunistas'. Y es que su muerte también mató el periodo de la exaltación revolucionaria, como describía el periodista polaco Ksawery Pruszynski en las páginas de uno de los primeros libros que se escribieron en el mundo sobre la guerra del 1936-1939:

'No hemos reflexionado suficientemente sobre esta muerte aunque los anarquistas hacían conjeturas lúgubres, a pesar de que el marxismo logró por aquella "casualidad extraña" de obtener un gran triunfo, ya que perdió su rival más peligroso. Desde entonces ya se podía elogiar Durruti porque ya no estaba vivo. De su muerte, se podían hacer conjeturas porque se produjo a raíz de un extraño concurso de circunstancias, pero es indiscutible que sirvió para el posterior corriente de la revolución española continuara por un solo rumbo. '

A Durruti, concluye Amorós, 'lo mataron sus compañeros: lo mataron cuando corromper sus ideas'. Con su muerte se proclamó la primacía de la guerra sobre la socialización de las industrias y las tierras. José Peirats no reprochaba en 1966 los anarquistas 'la renuncia a la dictadura anarquista, sino haber optado por la contrarrevolución'.

'Durruti en el laberinto' aporta, pues, 'nuevos testimonios que insisten en la hipótesis de la responsabilidad de agentes estalinistas en su muerte, aparentemente fortuita; sin olvidar la complicidad de la burocracia cenetista en el gobierno, tanto a llevarlo hacia el callejón sin salida al que fue conducido, como en el ocultamiento posterior de las circunstancias reales de la tragedia y en la fetichización de su figura. '