La tensión que se vive estas semanas en el Congreso ni cae del Cielo, ni surge de las entrañas del Infierno, ni es un acontecimiento aislado ni si puede atribuir un poco a todos por igual, para quedar bien. La espiral de tensión es una estrategia fríamente calculada que persigue desprestigiar el Parlamento ante la opinión pública y provocar una marea abstencionista en las próximas elecciones generales.
Dos no riñen si uno no quiere. Un partido puede soltar mierda al resto, pero el prestigio de las cámaras depende también de que los demás le entren al trapo.
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Dos no riñen si uno no quiere. Un partido puede soltar mierda al resto, pero el prestigio de las cámaras depende también de que los demás le entren al trapo.