El banquero y el constructor han sido símbolos del éxito y de una organización que se creyó impune a la ley hasta el punto de que se se crearon dos normas con sus nombres: la doctrina Botín, con la que la Justicia le libró de alguna que otra sentencia judicial, y la enmienda Florentino, con la que todo el hemiclico se puso de su parte para tragarse a una Iberdrola que después le hizo vomitar 1.800 millones de pérdidas.
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