Cuando las olas, el viento, la lluvia –y el foco mediático– se retiran quedan los destrozos: playas menguadas, construcciones abatidas, cosechas anegadas... Una costa que a base de urbanismo e infraestructuras se ha convertido en cada vez más vulnerable obliga a gastar un buen pellizco de dinero público para paliar los estragos causados cuando arrecia un temporal como Gloria. Solo en los últimos seis años la sucesión ha obligado al Gobierno español a gastar 125 millones de euros en obras de urgencia.
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Dinero tirado al mar, literalmente.