El problema es que le hemos dado a Europa (y al resto del mundo) justo lo que querían: tomates vistosos, de buen tamaño y fáciles de manejar "post-recolección". Y lo hemos hecho a buen precio. Es decir, les hemos dado los mejores tomates comerciales posibles. El problema es que esos tomates no saben a tomate. El año pasado, la reputada política socialista francesa Ségolène Royal dio una entrevista de televisión en la que acusaba a los tomates españoles de ser "falsos bio", de "engañar al consumidor" y llegando a ser "incomibles"
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