La puesta en escena es brutal: un médico, Fernando Simón, rodeado —con apariencia de secuestrado— de un general del ejército —al que el médico le da la palabra el primero—, un alto mando de la guardia civil (otro militar), y otro alto mando de la policía nacional, junto a una sola mujer —María José Rayo, a la que le dan la palabra la última para hablar de los transportes—. Tampoco es gratuita. Tras una breve e insulsa intervención del médico, llegan los que parecen formar el núcleo duro del equipo.
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