Hace 3 años | Por doctoragridulce a ctxt.es
Publicado hace 3 años por doctoragridulce a ctxt.es

En su mansión al norte de Nueva York, Laurence Fink, uno de los treinta hombres más poderosos del planeta, se despertó con sed. Era 2 de noviembre y cumplía 66 años. Todavía no había pandemia. Se levantó de la cama a las cinco de la mañana y no tomó nada. Con la garganta reseca apretó la nariz contra la ventana de la sala de estar, mirando al parque de cuatro hectáreas. Después de veinte segundos inmóvil, tragó saliva. Las mejores ideas de su vida las había tenido siguiendo intuiciones.