Villa era en Asturias mucho más que un líder sindical, era un hombre de inmenso poder, como Jordi Pujol, ambos arrastrados por el fango de la avaricia, en un una país sumido en escándalos, donde todo rumor tiene acogida y es incapaz de un minuto de reflexión, de jerarquizar entre perro y humano, entre el bien y el mal, entre el relato ajustado de los hechos y cualquiera de las barabaridades que estos días han visto la luz.
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