Juan Carlos I fue proclamado rey el año en que la Policía asignó su primer destino relevante a José Manuel Villarejo, la lucha contra ETA en Euskadi. Cuarenta y dos años después el decadente final del todopoderoso comisario, encarcelado como cabecilla de una trama de corrupción, amenaza con arrastrar al monarca y arruinar lo que queda de la leyenda que le acompañó durante casi medio siglo. Los audios con los que el comisario jubilado intenta sacudirse las graves acusaciones en su contra han arrasado visión idílica del jefe del Estado.
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