Además de estar cada vez más amenazada por la destrucción de su hábitat, el cambio climático y las especies invasoras, la flor cadáver se enfrenta a otro gran reto para su supervivencia: una variabilidad genética extremadamente baja. Para complicar aún más las cosas está también el hecho de que la flor cadáver se considera una "planta excepcional". No tanto por su olor sino porque sus semillas no pueden ser almacenadas en bancos de semillas, ya que una vez secas (un procedimiento necesario para su almacenamiento) son esencialmente inútiles.
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