“Por aquí, más por acá de este lado, un coyote abandonó a mi hermano y a mi primo. Los dos murieron. Hicimos tres búsquedas. Hasta la tercera lo encontramos. Y ya pues, y ya, los esqueletos”, me dice Ely mientras señala con el cigarro prendido las llanuras donde la pérdida derivó en una vocación limítrofe: encontrar a los migrantes, vivos o muertos, que se pierden en el desierto de Arizona.
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