Hace 9 años | Por --469757-- a directa.cat
Publicado hace 9 años por --469757-- a directa.cat

El 6 de febrero de 2014, 15 subsaharianos, según la versión oficial, murieron al intentar pasar la frontera del Tarajal, en Ceuta. Lo intentaron por mar, después de probarlo por tierra, y fueron víctimas de una brutal agresión por parte de la Guardia Civil española que les disparó balas de goma y gases lacrimógenos. Omitiendo así el deber de socorrer a unas personas en riesgo de morir. Los que pisaron tierra española, fueron deportados automáticamente en Marruecos, vulnerando la ley de extranjería y los tratados internacionales. TRADUCIÓN: #1

Comentarios

D

TRADUCIÓN: #1


En la playa mismo, la policía marroquí les dejaron improvisar un acto de homenaje a los muertos.

Según los testigos, la cifra de muertos podría ascender a 80. Siempre que se produce un asalto masivo se cuentan entre ellos. Además, muchos de los cuerpos se quedaron en el fondo del mar y fueron saliendo los días siguientes. Pero esto no se hizo público.

Desde el Ministerio del Interior, se fueron dando diferentes versiones a lo largo de las siguientes horas y días, eludiendo responsabilidades y pruebas y mintiendo sobre los hechos. La Guardia Civil reconoce finalmente, que disparó material antidisturbios, pero nadie quiere decir quién dio la orden. Además, argumentan que murieron en aguas marroquíes.

François, un chico camerunés interno en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) intentó pasar la frontera aquel fatídico 6 de febrero. Lo consiguen más tarde entrando por Benzú, el otro lado de Ceuta. Su relato es escalofriante. Describe la actuación de la policía como un ataque terrorista y premeditado. No se explica que esto pudiera pasar a las puertas de Europa.

En Ceuta, baluartes y estatuas por la justicia, libertad y hermandad entre pueblos, dan la bienvenida a la Europa Fortaleza. Un muro de contención que empieza a Marruecos y que se defiende con la agencia europea Frontex. Al más puro estilo militar y dotada de alta tecnología, s'encarreaga de controlar los flujos migratorios y las fronteras.

Me dirijo al bosque de Finideq (Castillejos). Echo unos chicos en la carretera. Vienen de llenar botellas de agua de una fuente. Tienen miedo de la policía y tienen que volver rápido a su escondite. Pero antes, tenemos una pequeña conversación. En Rome me cuenta que su hermano, en Maxim, murió en el agua, a su lado, el 6 de febrero. Está traumatizado.

No será hasta al cabo de unos días que los vuelvo a encontrar. Pero no en el bosque, sino en el barrio de Boukhalef, en Tánger. La policía los detuvo. Es la vida del clandestino, dicen.

En el barrio de Boukhalef, en Tánger, malviven cientos de subsaharianos mientras esperan la oportunidad de pasar la frontera, ya sea por mar o por tierra. Hay una calma que parece haber de explotar en cualquier momento. Es un barrio a medio construir, donde muchos de los pisos, destinados a ser de protección oficial, están ocupados por inmigrantes.

Cuentan que las redadas policiales se terminaron después de que, Ciedrick, un chico de 16 años, al caer al vacío desde una azotea se matara. Hubo una revuelta. A pesar de una cierta calma, siguen produciéndose ataques violentos de grupos xenófobos (Charles Ndour, senegalés residente legal en Marruecos, moría degollado el pasado Agosto). Nada más lejos del discurso oficial marroquí, que en 2013 anunciaba una "política radicalmente nueva, global, humanista y respetuosa con los derechos de los hombres". Los relatos son aterradores. Sin olvidar el goteo de muertes constantes en el mar y la tragedia el 6 de febrero, muy presente.

En este callejón sin salida, lo que les da fuerzas es "bolsa": es decir: "pasar la frontera" y llegar a la zona Schengen, el único objetivo. Hay también una dignidad y fortaleza innata, difícil de explicar.