Tómese un edificio de arquitectura casi alienígena en cuyo interior se desarrolla una guerra sorda por el poder con acusaciones cruzadas de corrupción entre dos bandos. Súmense dos juzgados y dos unidades policiales que, respectivamente, consideran “organización criminal” a un bando y exoneran al otro. Y unos recursos manidos, pero siempre eficaces: una muerte que no se sabe si es suicidio o asesinato y dos gemelos de esos tan idénticos que es difícil distinguirlos, porque además visten igual y llevan las mismas gafas.
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