La crisis que ha atravesado Cataluña ha polarizado a la sociedad y exacerbado nuestra mentalidad tribal. El debate se ha degradado en una inercia que ni los políticos ni los periodistas hemos sabido o hemos querido detener. Esa inercia ha agrandado la brecha que separa a los catalanes. Se ha creado una atmósfera en la que todo vale si apuntala tu posición. Es preciso rebajar la tensión y regenerar la esfera pública. Pero este texto no es un análisis sobre el fondo sino sobre la forma en que han evolucionado los discursos.
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