La noche del 11 de marzo de 2018, mientras dormía en su casa de Villa Giardino envuelta por el silencio del fin del verano cordobés, Patricia Gregorini soñó con su hija. Hacía tres años que trabajaba como médica para el Movimiento de Liberación de las Mujeres de Kurdistán, coordinando todo el sistema de atención primaria de salud en medio de la guerra.
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