La muerte del francés Raphaël Graven pone de relieve la permisividad de algunas compañías en busca de cautivar a una audiencia que jalea a ‘streamers’ para que cometan locuras o ilegalidades. Su muerte, totalmente evitable, ilumina lo peor de las redes sociales: protagonistas que pierden toda humanidad por seguir dando contenido más sádico y una audiencia cruel que anima desde sus casas para ver una humillación nueva. Alrededor de Raphaël Graven se había montado un grupito de streamers que compartían emisiones y bromas macabras.
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