Me imagino a la niña a la que pertenecían estos pies, vagando por las calles, buscando la alfombra perfecta, una que se ajustara a su gusto y combinara con los cálidos muebles de su casa, antes de que esta quedara reducida a escombros, antes de que la alfombra se convirtiera en parte de su tumba suspendida, testigo silencioso del crimen.
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