Hace 4 años | Por Harital a ara.cat
Publicado hace 4 años por Harital a ara.cat

Análisis de lo que debería ser mandar en contraposición a lo que, en opinión del autor, ocurre en este país.

Comentarios

M

#1 los que apoyan que golpeen a viejecitas en la calle por expresar su opinión dando consejos... roll

D

#4 lo de que pegaban a la gente por votar es como decir que al violador del ensanche lo condenaron por dar amor.

D

#1 Ni le conoces y ya le metes en el mismo saco. Claro, como es catalán.

D

#8 llorón por naturaleza

alexwing

Un pardillo que no sabe cómo funciona el mundo, el estado tiene el monopolio de la violencia. Pero no aquí, en cualquier parte del mundo.

daTO

#2 El mundillo indepe que callaba y miraba a otra parte cuando CiU enviaba a los mossos a reventar ojos a las manis del 15M. Quins collons

k

#5 ya te digo, los amos de los perros mas psicopatas, que son los mossos

freelancer

#0 Se agradecería una traducción en el primer comentario. Para los que no hablamos catalán fiarse del traductor de google es tener mucha confianza.

Harital

Sorry. Traducción:

¿Qué tienen en común unos policías que deciden bajar con su helicóptero para detener a un hombre que pasea solo por una playa, un juez que expulsa un ciudadano de una ciudad para hacer una broma de mal gusto en YouTube, unos ciudadanos que sugieren una cajera de un supermercado que se vaya de su inmueble porque es potencialmente contagiosa, un médico que quiere geolocalizar posibles infectados y un gobierno que recluye a la gente a su casa y les impide hacer actividades no susceptibles de contagio como pasear en solitario por el campo , o por la calle con un distanciamiento razonable?

Se puede pensar que todo deriva del miedo de todos los protagonistas de estas historias. Pánico por los contagios y sus consecuencias sociales, pero hay algo que permite ver que no es exactamente así. Cualquier lector habrá encontrado razonable alguna de las cinco conductas descritas, o al menos comprensible, y en cambio todas ellas, a pesar de que tengan un motivo de fondo, son difícilmente defendibles con los derechos humanos en la mano. Un ciudadano que no representa ningún peligro no puede ser importunado con un helicóptero. Una broma de mal gusto sin riesgo en un vídeo no puede provocar una especie de destierro. La solución para evitar ser contagiado por un cajero o un enfermero no es expulsarlo de su vivienda. Se pueden evitar los contagios saliendo de casa, con medidas de distanciamiento y, cuando se hacen más difíciles, con mascarillas. Y hay soluciones alternativas al control de una pandemia cuando se detectan positivos que no consisten en eliminar la intimidad de los movimientos de los ciudadanos marcándolos y geolocalizar los mismos.

Hay quien llega a preguntar qué nos está pasando que consideramos razonables conductas que hasta hace un par de meses nadie habría aprobado. Quizás tiene algo que ver el hecho de que en algunos lugares a las personas o les gusta mandar o ven bien que alguien mande, o no entienden que quien está al frente no demuestre su poder impartiendo órdenes inapelables. Y es por eso que no confían en que no se muestra con una imagen de mando, o no demuestra ostensiblemente su poder dando instrucciones con frecuencia sin admitir una discrepancia que es percibida como una traición. Quien ante situaciones difíciles presenta una imagen amable y conciliadora en el ejercicio de determinados cargos, simplemente, no es respetado.

Pero también hay quien es alérgico a las jerarquías inmotivadas, a la obediencia ciega, decir que las cosas son así porque sí, a quien trata como soldados el personal de su empresa o, peor aún, los ciudadanos. De hecho, a pesar de que a muchos les pueda sonar extraño, ni siquiera el ejército -un ejército moderno y eficiente- debería funcionar así. La obediencia ciega era muy útil para enviar a la muerte a miles de personas uniformadas en guerras absurdas creadas por políticos ineptos, soberbios y cobardes, que se limitaban a dejar escoger entre la muerte en el campo de batalla o la muerte en un fusilamiento. Sin embargo, en un ejército profesionalizado, al igual que en cualquier cuerpo armado como la policía, la obediencia no es ni puede ser incondicional. No se puede utilizar para cometer delitos, o incluso crímenes contra la humanidad, por ejemplo. De un trabajador, al ejército o fuera, se espera no la obediencia, sino el cumplimiento de las misiones encomendadas. A nadie se le puede pedir que no piense.

Al contrario. Al ciudadano se le debe motivar para que razone por él mismo. Por ello, los gobiernos y los cuerpos armados deben utilizar la paciencia y la persuasión como conducta, y sólo utilizar la fuerza cuando se produce una situación de riesgo inminente. Y no jactarse nunca, de ninguna manera ni con ningún medio o actitud, de la fuerza utilizada, que siempre debe ser proporcionada y objetivamente inevitable.

Siempre hay quien dice que esto en su país no es posible, y desgraciadamente hay un montón de estados cuya población piensa así. Son estados donde se asegura que la población no está suficientemente formada porque hay déficits en el sistema educativo, o que arrastran una historia de dictaduras y otros autoritarismos.

Algún día se debe dejar de poner la historia como excusa. Quizás la educación en derechos humanos no es la que debería ser, pero todos saldríamos ganando si los políticos dialogaran constantemente con voluntad de escucharse -y no sólo de hacer ver que dialoguen- y, además, trataran la gente como adultos, y los adultos trataran los niños como adultos también, haciéndolos ciudadanos del futuro conscientes de los derechos de todos, no sólo de los suyos.

A una sociedad así no necesita líderes que hagan de milhomes, sino servidores públicos que gestionen con eficiencia el bien común.