Publicado hace 10 años por --243537-- a abeumala.blogspot.com.es

Traducido literalmente del catalán del blog de su hermano: Marcel Beumala y Raventós (Molins de Rei, 1972-2014), murió el día 13 de junio enfermo de una depresión que le llevó a quitarse la vida. Estaba casado y tenía tres hijos de 13, 11 y 7 años de edad. Este es el texto que leí el día de su entierro, 16 de junio de 2014, en la iglesia de San Miguel de Molins de Rei.

Comentarios

Huginn

"muerto por una depresión" con ese titular mal vamos...

el_mico_de_l_anis

#1 Me imagino que han empleado una metonimia para evitar mentar la bicha del suicidio, que en el cuerpo de la crónica sí que aparece.

Huginn

#2 No, si me lo imagino yo también. Sólo que en este caso la metonimia no es que esté cogida con pinzas, es que la han pegado al tendedero.

anor

#1

Para ti al parecer la forma es mas importante que el contenido.

Huginn

#5 Pues no, pero informativamente la puntuación, el uso de unas determinadas palabras, etc es MUY importante a la hora de contar un hecho.

anor

Traducido con el traducto de Google:

Marcel Beumala y Raventós (Molins de Rei, 1972-2014), murió el día 13 de junio enfermo de una depresión que le llevó a quitarse la vida. Estaba casado y tenía tres hijos de 13, 11 y 7 años de edad. Este es el texto que leí el día de su entierro, 16 de junio de 2014, en la iglesia de San Miguel de Molins de Rei:

Mi hermano estaba enfermo. Quería curarse. Pidió ayuda. Estaba en manos de médicos. Todos le hacíamos lado. Pero la enfermedad de la depresión ha sido más fuerte y se la ha llevado. Él era muy exigente consigo mismo. Tenía un sentido extremo de la responsabilidad. Y cuando tenía algún problema, no decía nada a los demás para que no sufrieran.

Hace quince días cogió la baja. Yo sólo sabía que en abril la habían cambiado al turno de tarde, y que estaba muy triste porque no podía estar con sus hijos. Él tenía muy presente nuestro padre, que por culpa del trabajo, durante la semana, no nos pudo disfrutar demasiado pequeños.

Pero Marcel quería curarse, y por primera vez, dejó estar aquello de "no decir nada a los demás para que no sufran", y me abrió su corazón. Me explicó que todo comenzó en el verano del año pasado. Me explicó que hizo un error en el trabajo y que habían estado a punto de despedirlo. Se ve que él reconoció su parte de culpa, aunque formaba parte de una cadena de errores superior, y al final no pasó nada.

Hace quince días me decía con lágrimas en los ojos que había fallado a la mujer ya los hijos. Yo le pregunté si era consciente de la presión que se ponía encima con afirmaciones como ésta. "Yo era el puntal de la familia", me decía. Y yo le contestaba: "Tú sabes el peso que te estás poniendo encima diciendo esto? No eres Superman, Marcel. Eres una persona de carne y hueso, con defectos y virtudes, tienes derecho a equivocarte un día en el trabajo. Tú haces lo que puedes, como hacemos todos. Que no te oiga decir nunca más eso de que eres el puntal de la familia y que has fallado ". Entonces me abrazó y me llenó de besos.

Ahora he sabido que el "grave error" que hizo fue que se olvidó de poner un "parte" de mantenimiento para cambiar una manguera en mal estado. Querer despedir un encargado que lleva 15 años de servicio en una empresa, con un expediente inmaculado, sólo por un error, es algo totalmente desmesurada. Y tanto que lo era. Ahora también he sabido que entonces la empresa Dallant, donde trabajaba, había entrado un nuevo equipo directivo que quería arrinconar. Esta anécdota de la manguera les fue perfecto. Pero gracias a la firmeza de un compañero, que lo defendió, y gracias al trabajo del comité de empresa, finalmente esto no ocurrió.

Los tiburones se habían alejado, pero volvieron pronto ... a principios de este año 2014 Marcel había operado de una lesión de menisco, y aprovechando que no estaba en la empresa, le vaciaron el despacho, le tomaron el ordenador, y lo degradó a simple operario. Todo cuadra, porque él me explicó, hace sólo quince días, que fue en febrero que ya no podía dormir por las noches, y que el médico de cabecera le recetó tranquilizantes por primera vez en su vida.

También me enseñó la carta que la empresa Dallant le dio el día 25 de marzo de 2014. En esta carta le obligaban al cambio de turno. Mientras la leía quedé horrorizado. En resumen la amenazaban que si no aceptaba el cambio de turno era libre de irse de la empresa. La carta incluso decía el dinero que le pagarían por año trabajado!

Me explicaba que el nuevo turno de tarde él tenía que llevar el peso de todo, y que uno de sus dos compañeros era un extranjero que apenas sabía el idioma. Y me decía: "Les han enseñado por sobre cómo los botones y yo con el busca y el móvil pegado arriba y abajo, siento timbres por todas partes, estoy constantemente en tensión".

Entonces le dije que se olvidara de esta empresa. Le dije que a la empresa Dallant no lo merecían. Y ahora tenía que ir por fases. Primero curarse, y después, cuando estuviera mejor, cambiar de trabajo. Le dije que no había que preocuparse por la hipoteca ni para nada. Que para eso ya estábamos los hermanos y los padres. Que todo se quitara de encima todo tipo de presión económica, y que sólo se concentrara en curarse.

Después de aquella conversación me informé sobre qué podían hacer al Marcel los tiburones, ahora que sabían que lo tenían de baja. Y vi que con la nueva reforma laboral, si faltas 9 días a la empresa, aunque sea por baja médica, te pueden despedir. Entonces, aunque sigas enfermo, pasas a la condición de parado, y ya te van descontando dinero del subsidio de paro. ¿Quién ha hecho estas leyes tan bestias?

Al día siguiente de esta conversación Marcel tiene visita con el médico de cabecera y el llamo para ver cómo le ha ido. Me cuenta que le han dado hora para la semana siguiente al Servicio de Salud Mental de Sant Feliu de Llobregat. Le digo que eso es muy buena noticia. Que lo hayan derivado tan rápido a un especialista es una cosa muy buena.

Al Servicio de Salud Mental de Sant Feliu le diagnosticaron depresión, le ajustaron la medicación, y al cabo de, no exagero, cinco o seis días, ya era otro. Yo lo veía a menudo, y no era mérito mío, era mérito de mi hijo Pedro, de dos años, siempre que pasábamos por delante de la puerta de su casa se ponía a llorar si no subíamos a jugar un rato. Cuando le comentaba que veía mejor, él me decía: "Me encuentro mejor pero todavía tengo bajones".

A finales de este mes de junio el Marcel tenía la segunda visita con el médico psiquiatra. Yo le dije que ahora que los medicamentos ya le empezaban a hacer efecto, preguntara para hacer algún tipo de terapia. Que el médico le recomendara algún psicólogo o terapeuta para poder trabajar este sentimiento de culpa, de fracaso, de no haber estado a la altura. Estaba claro que esto lo atormentaba mucho y que había que darle la vuelta. Hacer ver que tener una depresión era algo normal en sus circunstancias, y que su familia era lo suficientemente fuerte y autónoma como para poder salir adelante, aunque él estuviera enfermo. Que su misión en la vida no era ser el puntal de la familia. Yo tenía muy claro que él tenía que trabajar todos estos sentimientos con un psicólogo. Pero no hubo tiempo ...

Cuando su hijo mayor, Ernest, me preguntó de qué había muerto su padre, yo le expliqué que su padre estaba enfermo. Que tenía una enfermedad que se llama depresión. Él no conocía esta enfermedad. "Es normal-le dije-porque es una enfermedad del cerebro, y el cerebro no se ve, está cerrando dentro de la cáscara del cráneo. Si la persona no te dice que no se encuentra bien, tú no lo sabes. Su padre no se lo dijo porque no quería que sufrieran por él. Y eso es lo que no debe hacer nunca: no decir que no se encuentra mal por no hacer sufrir a la madre. Tiene que explicar siempre lo que le pasa para que así los demás pueden ayudarle ". Mientras decía eso habían ido acercando Jan, el Roc y los otros primos ...

Ernest me explicó con lágrimas en los ojos que le quería enseñar las notas del trabajo de síntesis, que le había ido muy bien, y que también ya esperaba el invierno para enseñarle como había aprendido a esquiar en la semana blanca de el Instituto. Ahora por San Juan tenían planificado ir al Canigó, y su padre le había dicho que este verano subirían juntos todas las montañas que él quisiera. Y Ernest llorando me decía: "Y ahora todo esto, no lo podremos hacer ..." Entonces la tía Gloria, que también se había acercado, dijo: "Vamos a la montaña, Ernest, pensaremos en él, y será como si fuera ".

Marcel estaba mejor, todo parecía encarrilado. Cogía en brazos mi hijo Pedro y no paraba de decirle que le hacía mucha ilusión ir a su fiestecita de cumpleaños de los dos añitos. La fiesta debía ser el 13 de junio, el mismo día en que murió de esta enfermedad. Alguien me ha dicho estos días que la depresión es como el cáncer. Hay cánceres que se curan, pero hay otros que, por mucho que hagas, son incurables. Parece que a nosotros nos tocó uno de estos.

Marcel, hemos hecho todos lo que hemos podido para ayudarte. Debe haber sufrido mucho este último año. Pero ahora ya vivos en paz. Ahora estás con el abuelo Pepito y la abuela Elena, con el abuelo Juan y la abuela Antonieta. Y nosotros podremos hablar siempre contigo, porque cada día mientras seamos en este mundo, estarás dentro de nosotros. Ah, y cuando veas el abuelo Juan, recuérdale que el desayuno te haga aquellos bocadillos de chorizo que te hacía la Rierada, y que te gustaban tanto. Y cuando yo venga a verte aquí arriba, tomaremos las bicicletas BH como cuando éramos pequeños y vamos a hacer la "gran vuelta de la Rierada". Te acuerdas? Un beso hermano.