Saber estar en la mesa no se reduce a manejar correctamente los cubiertos o colocar la servilleta en su sitio. Es, en esencia, una forma de comunicación. La manera en que compartimos el pan, dejamos hablar al otro o aguardamos a que todos estén servidos refleja no solo cortesía, sino también nuestra capacidad de integrarnos en un entorno social. El protocolo no debería interpretarse como un conjunto rígido de normas obsoletas, sino como una herramienta que facilita la convivencia.
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