Ni durante la Transición ni después, no recuerdo nadie hurgando en el currículo de los próceres de la época. Todo el mundo daba por hecho que Fraga Iribarne tenía un expediente académico muy voluminoso y que Suárez había sido un pésimo estudiante. Que Jordi Pujol o Antoni Gutiérrez eran licenciados en medicina. Que Heribert Barrera era matemático, químico e ingeniero, mientras que Carrillo y muchos otros de su generación ni siquiera habían terminado el bachillerato. Etcétera.
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