Acostado en el hospital durante cinco días en completa oscuridad, con vendajes cubriendo mis ojos, imaginé cómo sería mi vida con mi visión mejorada. Era 2013 y había viajado a Pekín, China, después de leer sobre un tratamiento para la enfermedad ocular genética retinitis pigmentaria (RP). Seis años antes me habían diagnosticado el trastorno, lo que significa que estoy perdiendo gradualmente la visión y un día podría quedarme ciego. Recaudé US$13.000 para pagar el tratamiento que, me dijeron, podría mejorar mi vista y evitar que se deteriore.
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