En las afueras del bosque de Białowieża, que bordea la frontera entre Bielorrusia y el sudeste de Polonia, siete kurdos-iraquíes caminan extenuados hacia la aldea polaca de Grodzisk. Los últimos kilómetros de su viaje han sido desde Bielorrusia. Ya cruzaron dos veces, pero fueron deportados en el primer y segundo intento. Con temperaturas bajo cero, es su tercer intento de atravesar las pantanosas tierras de este bosque primitivo.
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