Hasta su muerte en 1985, el franquista Gregorio López-Bravo fue administrador de la Fundación Gordi, uno de los instrumentos opacos creados por los ‘señores del acero’ vascos en el paraíso fiscal de Liechtenstein para ocultar su millonario patrimonio al fisco español López-Bravo había sido ministro de Industria y de Asuntos Exteriores durante la dictadura de Franco y hasta su fallecimiento presidía la patronal acerera Siderinsa, impulsada por José María Aristrain Noain
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