Evitar que cualquiera pueda saber todo sobre nosotros se presenta, entonces, como una necesidad. Llamémoslo prevención de riesgos civiles, un camino para poner a salvo nuestra sociedad si llegaran tiempos difíciles. La única diferencia entre una conspiranoia y la realidad actual es que ésta por suerte está lo suficientemente bien documentada para comprobarla. Sólo hay que leer algún texto legal y de privacidad de una gran tecnológica, o pasearse por las últimas noticias de la DGT o «seguridad ciudadana» para alucinar.
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