El trabajo de los y las jueces es en este punto extraordinariamente complejo, fruto de un proceso valorativo que, desde el rigor técnico, lleve a la validación del testimonio partiendo siempre de la presunción de inocencia como valor fundamental de nuestro sistema penal. Sin embargo, cuando en pos de esta alta exigencia se llega a desnaturalizar la jurisprudencia asentada durante tantos años y a negar la posibilidad de condena basada en la declaración de la víctima, pasamos a consagrar una injusticia material metodológicamente perfecta.
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