Del “hay que ir hasta la victoria total contra Rusia” al “ejército europeo” y al “llamadnos, nosotros siempre quisimos negociar”. Es infame. Nunca se repiten las suficientes veces que, no hace ni cuatro meses, hablar de diplomacia, de negociaciones o de llamar a Putin era un pecado capital en la política europea. Pero la humillación del Viejo Continente y la penosa insistencia en que se les ha de conceder un asiento en la mesa tras tres años de seguidismo y de negativa a toda diplomacia palidecen frente a las consecuencias de su negligencia.
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