Los azulejos de un histórico café del centro de Sevilla reflejan la figura de Eduardo Jordá al tomar asiento. Aquí, asegura, hace su única vida literaria, encontrándose de vez en cuando con amigos como José María Conget o Hipólito G. Navarro. Por lo demás, después de dar la vuelta al mundo y vivir para contarlo, este mallorquín de 1956 se ha vuelto un escritor muy poco dado a alternar, especialmente desde que un problema de salud le dejó sin voz y le obligó a expresarse apenas con un susurro. Ahora reparte su tiempo entre los talleres, ...
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