En los últimos 20 años, París ha experimentado una gran transformación física, cambiando las arterias automovilísticas por carriles bici, añadiendo espacios verdes y eliminando 50.000 plazas de aparcamiento. Parte de los beneficios han sido invisibles: en el propio aire. Los niveles de partículas finas (PM 2,5) han disminuido un 55% desde 2005, mientras que los de dióxido de nitrógeno se han reducido un 50%. Lo atribuyó a "normativas y políticas públicas", entre ellas medidas para limitar el tráfico y prohibir los vehículos más contaminantes.
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