Una mañana fría a principios de 2016, estaba parada al lado de mi hija de 6 años frente al espejo del baño. Estábamos jugando con pintura para el rostro: rayas amarillas, puntos verdes y una mancha azul por aquí y por allá. De pronto, mi hija hundió el dedo índice en el pequeño bote de pintura blanca y, mientras se pintaba los cachetes, dijo: “Mira, mamá, así me preparo para cuando Trump sea presidente. Para que no sepan que somos mexicanas”.
De pronto, mi hija hundió el dedo índice en el pequeño bote de pintura blanca y, mientras se pintaba los cachetes, dijo: “Mira, mamá, así me preparo para cuando Trump sea presidente. Para que no sepan que somos mexicanas”.
Comprendo su preocupación. El otro día, mi hijo de cuatro años y yo estábamos jugando al monopoly y me dijo: padre, ¿es en verdad preciso que el BCE suba los tipos de interés o convendría esperar aún más?
Comentarios
De pronto, mi hija hundió el dedo índice en el pequeño bote de pintura blanca y, mientras se pintaba los cachetes, dijo: “Mira, mamá, así me preparo para cuando Trump sea presidente. Para que no sepan que somos mexicanas”.
Comprendo su preocupación. El otro día, mi hijo de cuatro años y yo estábamos jugando al monopoly y me dijo: padre, ¿es en verdad preciso que el BCE suba los tipos de interés o convendría esperar aún más?