Las luces de la planta de LyondellBasell en el puerto de Róterdam se apagaron por última vez una tarde de septiembre. La fábrica, que producía óxido de propileno —una materia prima esencial para espumas, colchones y piezas de automóviles— acababa de ser desmantelada. Un símbolo silencioso de una era que se apaga. La planta, con apenas 22 años de vida, se convirtió en una víctima más de una tormenta que azota al corazón industrial europeo: energía cara, competencia asiática y desinversión. Europa, otrora potencia química mundial, ha perdido