Mi pueblo se ha quedado sin pan. Ha cerrado la única panadería que repartía en furgoneta por la zona, a golpe de claxon. La que fue mi casa ya no tendrá la hogaza en la puerta a las diez de la mañana. He tenido que enterarme por un titular de prensa, porque no, ya no vivo allí. De hecho, hace seis años me vine a vivir bien lejos, a Asturias, igual que todos mis hermanos; a excepción de la mayor, que marchó a vivir a Barcelona y allí se sintió acogida para siempre. Vengo de un pueblito de León, ya cerca de la frontera con Valladolid.
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Recuerdo el pueblo cuando aún estaba abierta la escuela, hace ya varias décadas. Cuando corrían los niños por las calles sin asfaltar, sorteando las muñicas que las vacas que habían dejaban camino al prao, y luego de vuelta. Cuando la iglesia -la "nueva", no la… » ver todo el comentario