Lourdes no era la típica actriz porno. Ni siquiera era actriz. Ni había hecho porno en su vida. Acudió en mi taxi a un casting, el primero de su vida, después de muchos meses dando tumbos buscando trabajo en lo que fuera, ahogándose en las deudas y el desánimo. Ni siquiera había conseguido optar a limpiar escaleras –ciertamente hay hostias para conseguir limpiar escaleras– así que el porno era su penúltimo cartucho previo a la prostitución...
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