Hace 6 años | Por pepitadinamita a cuartopoder.es
Publicado hace 6 años por pepitadinamita a cuartopoder.es

En La Sexta Noche conectan con el portavoz de la Fundación Francisco Franco. Y cuando éste lanza su habitual discurso aberrante, ese que hemos escuchado otras veces en esa misma cadena, el presentador y algunos tertulianos parecen sorprenderse, primero, y horrorizarse después. “¡Pero qué barbaridades dice este hombre!”, “¡No hay derecho a semejante discurso!”, “¿Hasta cuándo vamos a tener que aguantar esta mierda?”. Solo les falta pensar/decir: “¿Quién puede ser tan necio como para dar voz a semejante energúmeno?”

Comentarios

N

Yo la verdad es que soy de los que piensan que los discursos extremistas no deberían tener espacio en los medios de comunicación. Al menos, prefiero que sea así. Aunque no me parece mal que se echen las manos a la cabeza por las cosas que dicen, sí me parece mal que lo hagan en plan circense, como si no supieran lo que hay. Pero lo que me parece mal de verdad es que cuando La Secta suelta su discurso extremista y de odio contra los hombres, no solo tenga espacio en el medio, sino que se les de la razón y se les aplauda, o, en el mejor de los casos, hagan como si fuera la normalidad más absoluta.

Eso me parece mal, y llega a la categoría de insulto al espectador.

D

La izquierda actual buscando su lugar, después de haber sido salvajemente sodomizada por los mercados, la corrupción y el amiguísimo

D

#1 En la 6ª de izda, solo hay el sensacionalismo que explotan oportunamnete con estas anecdotas , todo lo demas es neoliberal, sobretodo la doctrina economica que difunden.

J

Vaya mierda de artículo, prácticamente sin desarrollar. Para decir que el periodismo se ha vuelto un sensacionalismo barato digno de la prensa amarilla de Yanquilandia podría haber puesto muchos más ejemplos que los tópicos de Marhuenda, Inda y Jaime Alonso.

El que no se haya dado cuenta de que la sexta contrata a los tertulianos solamente por hacer el show y decir burradas y desprecios a diestro y siniestro (y en ambos lados del plató) es que vive una tele-realidad digna de Gran Hermano o Supervivientes.