Por una alquimia judicial, César Humberto Ghirardi, de 35 años, uno de los asesinos más sanguinarios de la historia criminal argentina, quedó en libertad la semana pasada, a pesar de que tenía una condena a prisión perpetua por homicidio que le impusieron en abril de 2010.
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Antes de matar a sus víctimas les hablaba