Nada de improvisación. Desde antes del verano de 1974, casi año y medio antes de que se produjera el fallecimiento por un “shock tóxico por peritonitis” en la Ciudad Sanitaria de La Paz, ya estaba escrito cuál sería el destino del cuerpo sin vida de Franco: un sepulcro en el Valle de los Caídos, el monumento que el propio dictador ordenó levantar el 1 de abril de 1940 a fin de “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada”, como el régimen justificó en el decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE)
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