En 2004, una joven de 21 años grabó un vídeo íntimo suyo y creó cuatro archivos para descargar la grabación en su ordenador. Los mandó a la papelera de reciclaje y el ordenador a una tienda para una revisión. Allí el propietario de la tienda se hizo con el vídeo y lo difundió. Las penas van de los siete meses al año y nueve meses de cárcel.
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