Durante la campaña, Trump habló sin descanso de su intención de deportar a gente en masa, echando del país a todos los asesinos, violadores y criminales que habían invadido el país. Poco importa que toda la evidencia empírica deja muy, muy, muy claro que los inmigrantes indocumentados son mucho menos propensos a cometer delitos que los americanos nativos, y que la idea de una ola de crimen provocada por inmigrantes violentos enfurecidos es una fantasía ultraderechista.