El asesinato de los periodistas David Berain y Roberto Fraile pone sobre la mesa el acoso y derribo que sufre el periodismo incómodo y atrevido. Esta vez, los dos reporteros no se encontraban investigando la trata de mujeres, ni el tráfico de droga. Tampoco se sumergieron en un escenario bélico. El último gran proyecto en el que ambos se embarcaron trataba de poner luz sobre uno de los problemas más oscuros del planeta: la caza furtiva y el tráfico ilegal de especies.
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