Hace 8 años | Por arolasecas a efe.com
Publicado hace 8 años por arolasecas a efe.com

Pasada la ciudad argelina de Tinduf, cientos de kilómetros de surcos arañan las arenas fangosas y achocolatadas del Sahara como feroces azotes del único látigo que teme el desierto, la lluvia torrencial. Grietas que se tornan más amargas y profundas cuando se cruza lo que apenas unas semanas atrás era el umbral de un precario hogar de adobe, construido durante cuarenta años de lucha, esperanza y...