Lo que empezó como un bonito proyecto solidario que todo el mundo vio con buenos ojos se ha convertido en una pesadilla para los vecinos, trabajadores y comerciantes del barrio de Chueca. Tráfico de drogas, robos en supermercados, peleas diarias, visitas constantes de la Policía, orines y defecaciones en la calle, relaciones sexuales en espacios públicos, amenazas constantes... Los vecinos observan impotentes el deterioro de la convivencia con las personas sin hogar que acuden a la iglesia de San Antón, que gestiona el Padre Ángel.
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