Ocho años han transcurrido desde que un grupo de jóvenes decidiera comprar varias casas en Zoroquiáin, en el Valle de Unciti, propiedades en ruinas que levantarían para construir sus futuros hogares. Procedentes de Pamplona, Tafalla, Ansoáin... se agruparon en la asociación Errekazar y se convirtieron en un caso casi excepcional de adquisición de un casco urbano, incluida la iglesia que les vendió el Arzobispado. De este modo, han llevado el aliento de nuevo a un núcleo despoblado desde hacía dos décadas.
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