De golpe, las bromas que hemos estado haciendo sobre un empresario de pelo fosco con alta tendencia a la charlatanería han dejado de tener sentido. De pronto las gracias que hemos estado haciendo este último año nos miran ahora desde la distancia, reclamando una respuesta de humildad por nuestra parte. Nos reíamos de Trump, pero las carcajadas que debe estar soltando él desde su casa o la suite reservada de alguno de sus hoteles tal vez se oiga a kilómetros.
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