El Bigotes cogió un micrófono, se subió al estrado y cogió aire. Recorrió con su mirada todas las mesas de invitados a su boda y aclaró su voz con un carraspeo que enmudeció de golpe al centenar de asistentes. “Estoy feliz”, dijo satisfecho. “Estáis todos a los que quiero y los que tenéis que estar”.
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