Jueves, 23:42 horas. La noche, plácida. Aletargando los coletazos rutinarios domésticos en un remanso difícil de conseguir según a qué horas. Mil historias, que zumban por la cabeza, a raya. Intentando alcanzar un relativo sosiego neuronal. Un escarceo por la ventana y ¡zas, en todas las meninges efervescentes!
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Cómo cargar el mochuelo a otro y sin despeinarse.