Algunos bajan la cara. Es la primera vez que piden comida. Otros llevan meses, incluso años, necesitando ayuda. Antes del mediodía, en Torremolinos, ya hay una cola kilométrica que la distancia social alarga más allá de la plaza Costa del Sol. Esperan una bolsa con primer y segundo plato, una pieza de fruta y un bocadillo. A veces tocan galletas, leche o dulces, explica Daniela. Es ecuatoriana, aunque lleva trece años en España. Trabajaba limpiando casas, hasta que las puertas de todo el país se cerraron para impedir el paso del coronavirus.
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