Aunque España parecía inmune a los discursos xenófobos de la extrema derecha, finalmente esta irrumpió en el país. La izquierda ha prometido combatirla, pero carece de legitimidad: no puede condenar a la derecha si no reprueba también los autoritarismos de izquierda en otras partes del mundo. La simpleza del mensaje de la ultraderecha no puede ser subestimada: ha demostrado ser enormemente atractivo para muchos ciudadanos decepcionados con los partidos tradicionales. Los intentos de la izquierda de combatirlo carecen de coherencia.
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