Durante muchos años la independencia de Catalunya era algo en lo que apenas pensaba, pero tras la primera sentencia del Estatut (tal y como les ocurrió a miles de personas), el independentismo creció en mí. Así, tal cual. Me creció dentro. Políticamente hablando era algo que me parecía fascinante. La oportunidad de hacer una nueva república sin rey (y a ser posible sin ejército) era un sueño que abrazó mucha gente de izquierdas. Yo, entre ellas.
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